Sigo creyendo
Sigo creyendo en el amor. Sigo creyendo en las personas valientes que, con determinación, se atreven a derribar sus propios miedos, esos que durante años han construido como murallas alrededor de su corazón. Creo en los que se abren al riesgo de sentir, en los que se permiten amar y ser amados, aun sabiendo que el amor es tan poderoso como frágil, tan gratificante como impredecible. Creo en quienes tienen el coraje de entregar su tesoro más preciado: su vulnerabilidad, ese acto tan puro y auténtico que ilumina lo más íntimo de su ser.
Sigo creyendo en quienes comprenden la delicada danza entre la libertad y el respeto, en quienes entienden que ser libres no significa actuar sin consideración, sino construir relaciones desde el cuidado, el entendimiento y el compromiso. Creo en los que saben de libertades verdaderas, esas que permiten a cada individuo ser y crecer, y en quienes abrazan las diferencias sin temor, encontrando en ellas nuevas formas de amar y conectar.
También sigo confiando en la consciencia de muchos, en la capacidad de apreciar y valorar las oportunidades que se nos presentan hoy, incluso en medio de la incertidumbre. Creo en aquellos que, pese al caos y lo impredecible de la vida, encuentran momentos para construir un mañana con paciencia y dedicación, piedra por piedra, aun cuando no hay garantías. Porque, ¿acaso no es esa la esencia del amor? Amar desde lo desconocido, apostar por lo incierto, sabiendo que el amor nunca viene con certezas, pero sí con la promesa de transformación.
No hay base más sólida para una persona que atreverse a conocer su propio corazón. Ese viaje hacia adentro, tan desafiante como revelador, es el que nos enseña a amarnos primero a nosotros mismos, con todas nuestras luces y sombras. En el silencio del alma, cuando las máscaras caen y nos enfrentamos a lo que realmente somos, encontramos la verdadera fortaleza que nos permite sostener el amor, tanto hacia nosotros como hacia los demás.
Sigo creyendo en aquellos que descubren su propia mente, que revisan sus valores y principios no como reglas rígidas, sino como un faro que guía su camino. En ese proceso, cada paso hacia el autoconocimiento se convierte en un ensayo para el amor. Es un vals que bailamos con el alma: un equilibrio delicado entre sostenernos firmes y dejarnos llevar, entre el dar y recibir, entre la entrega y la preservación de quienes somos.
Y sigo creyendo, porque el amor, en su esencia, no es solo un sentimiento; es una decisión consciente de abrirnos al otro, de construir puentes donde otros ven muros, de sostenernos incluso en medio de la incertidumbre. El amor es, al final del día, la fuerza que nos mueve, el lenguaje universal que nos conecta y nos enseña, una y otra vez, que lo más grande que podemos ofrecer es nuestra autenticidad.
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