Evolución.
Es fascinante cómo la capacidad humana ha llegado a superar sus propios límites. Durante mucho tiempo, vivimos creyendo que solo existía un único camino, que todo debía seguir un orden preestablecido, como si nuestras vidas fueran rieles fijos que no podemos abandonar. Pero, ¿qué pasa cuando, en medio del recorrido, nos encontramos con un muro gigante? Un límite invisible que nos detiene, que nos hace creer que el trayecto termina allí. Nos convencemos de que no hay más allá, cuando en realidad, ese muro es sólo una ilusión, una frontera creada por nuestras propias creencias.
Las creencias limitantes son como raíces profundas que nos sujetan al suelo, impidiéndonos extender nuestras alas. Son los barrotes de una jaula cuyas llaves siempre han estado en nuestras manos, aunque no nos atrevamos a girarlas. Pero la vida, con su infinita sabiduría, nos presenta desafíos no para encerrarnos, sino para mostrarnos que podemos trascenderlos. Cada obstáculo es como una puerta que se abre solo cuando nos atrevemos a tocarla.
A través de las experiencias y situaciones que enfrentamos, nuestra mente tiene la oportunidad de romper sus propios muros. Se siente como un barco que zarpa hacia aguas desconocidas, con la incertidumbre de no saber qué habrá más allá del horizonte. Al principio, el miedo nos dice que nos quedemos en la orilla, donde todo es predecible, donde el oleaje no nos sacude. Pero la verdadera evolución ocurre cuando nos atrevemos a soltar las amarras y navegar mar adentro, descubriendo que el océano de posibilidades es más vasto de lo que imaginábamos.
Así veo los vínculos humanos: no como estructuras rígidas, sino como paisajes cambiantes, como caminos de montaña que nos exigen atravesar niebla, ascender pendientes y desafiar la altura para llegar a vistas panorámicas que jamás habríamos imaginado. Amar, confiar, compartir nuestro mundo interno con alguien más es como construir un puente entre dos islas: requiere paciencia, valentía y la disposición de cruzar, aun cuando el otro lado parezca incierto.
Pero claro, no es un sendero fácil. Requiere voluntad, la capacidad de mirarnos en el espejo sin máscaras y la determinación de desmontar pieza por pieza las murallas que nos limitan. Es un proceso similar al de un escultor frente a un bloque de mármol: al principio, solo vemos una piedra sin forma, pero con cada golpe de cincel, con cada pedazo que cae, la verdadera obra de arte comienza a revelarse.
Así que, de ahora en adelante, cuando te encuentres frente a un obstáculo, no lo veas como un callejón sin salida. Míralo como una puerta esperando a ser abierta, como una montaña que desafía tu resistencia, como un mar desconocido que te invita a navegar. Porque detrás de todo eso, hay un universo entero esperándonos, lleno de estrellas que antes no podíamos ver.
Cargeris Soul
No hay comentarios:
Publicar un comentario